viernes, 3 de diciembre de 2010

¿Tiene aguante un policía?

Algunos interrogantes sobre la crisis de ficciones, el estado de excepción y el rol policial, desde la película “Policía, adjetivo” (Corneliu Porumboiu, Rumania, 2009).



1- Llega a casa. Va a ver que hay para comer. Se prepara algo. Come. Está cansado. Se abre una cerveza y se va mirar la tele. Conversa con su mujer: tienen un diálogo bastante banal sobre una canción romántica que escucha la chica en la computadora. Mientras tanto charlan, y él mira la tele. Una escena que bien podría ser de cualquiera de nosotros. Se trata de Cristi, un poli de alguna ciudad de Rumania. Policía adjetivo, muestra la vida cotidiana de un policía raso. Un policía y el absurdo de su fajina diaria. Cristi tiene su caso. Es de unos chicos que fuman porro a un costado de un jardín de infantes antes de entrar a la escuela. El sigue el asunto; hace seguimientos de los pibes, averigua, contacta buches, prepara informes y se pelea con autoridades. Desde un primer momento Cristi no comparte el sentido del caso. En u dialogo con un superior habla de que no tiene motivo digno de si seguir averiguando sobre estos chicos. No hay indicios de nada grave, y solamente están fumando. Hay muchos países donde ya no está penalizada esa práctica, y pronto allí tampoco lo estará. Pero le encajan el caso una y otra vez, y debe acatar. Cristi trabaja en un edificio bastante gris, que conserva en buen estado la atmósfera de la Rumania soviética. Posee su oficina, la cual comparte con un compañero; con él se pelea (Cristi no lo quiere invitar a jugar una especie de fútbol-tenis), pero también se cubren, se bancan, especialmente con los jefes, en cuanto a si están o no están, que hacen, a donde van; tal como hacemos vos y yo en cualquier laburo. También hay otras imágenes que nos serán familiares: la urgencia de tener que hacer algo si o si, que sale o sale, y necesitar buscar ayuda. Algunos dan bola, con discusiones y negociaciones mediante. En otros casos, las más pura y cruel indiferencia. Pero también estar aburrido, con baches de tiempo absurdos, sin hacer nada, como cuando Cristi se pasa horas y horas vigilando a un simple pibito, como si fuera algún militante de Al Qaeda. El personaje de Cristi se escapa de ese estereotipo del cana buscando afiebrado de éxtasis delincuentes de alto riesgo, en medio de andanzas, cruzándose la ciudad de punta a punta, amparado por una rabiosa sirena. Lejos del pulso eléctrico de un “Policías en Acción”, en todas estas imágenes, hay algunos grises interesantes, como para volver a pulir nuestras lentes, y percibir al policía, en parte, como cualquier otro con las mismas peripecias en su laburo y en su casa como un tipo “normal”. Lo que encontramos es que se reproduce al interior de la policía lo mismo que otras instituciones: crisis, fracturas, y al borde de una implosión. Más allá de la realidad de Rumania y su policía (posiblemente distante de esta situación), pensemos en la nuestra: una fuerza de seguridad al borde del colapso; malas condiciones edilicias y de trabajo, frustraciones, presiones jodidas, y una feroz ausencia de deseo por lo que hacen (recordemos la peli de trapero, El Bonaerense). Paradójicamente, todo esto al mismo tiempo en que aumenta vertiginosamente la demanda de seguridad en la argentina, y ser policía, muchas veces, es un trabajo pero también una vocación; ¿Qué significa todo esto?



2- Siguiendo a Lewkowicz, los sentidos primordiales que daban sentido a nuestra sociedad han claudicado. De una soberanía como técnica de regulación del orden social (el estado), nos encontramos en un estallido de la misma, con disputas por implantar nuevos tótem que la regulen (el mercado) pero dejando abierta y sin definir las nuevas coordenadas ontológicas. Las instituciones e identidades de regular el status quo anterior se desintegran y no terminan de ser reemplazadas por el dios mercado ni aparecen otras opciones factibles de efectuarse. Esta desintegración no solo licúa las discontinuidades cotidianas de antes, sino que emergen continuidades que no poseen una morfología determinada, que no terminan de mutar en una nueva discontinuidad, conformando así una especie de híbrido. De ahí la generación de una amplia zona gris (Auyero), de nuevos territorios que son parte de una institución y otra, pero de ninguna de las dos específicamente, dando vida a un nuevo continente, cargado de una copiosa promiscuidad (Colectivo Situaciones), sea de actores, lógicas, enunciados, y conocimientos. La policía no esta exenta de esto, y de ahí se comprende la “convivencia” con carteles de drogas, bandas de secuestradores, tráfico de órganos y de mujeres y niños para la prostitución y tantos otros. Si bien siempre las instituciones están abiertas y nunca totalmente replegadas sobre si, hoy en día esta zona gris cobra una dimensión desorbitante al estar en estado crítico las lógicas e instituciones que permiten regular una forma de vida. En esta crisis de las ficciones que estructuran nuestra sociedad y sus instituciones, roles, e identidades, se genera un temor, una angustia de tipo ontológico. La irrupción de lo ominoso como medio ambiente, significa que el otro no es reconocible como par, que es un peligro latente, y nos arroga a una sensación que todo puede ser posible (con todo lo potente y reactivo que puede ser): violaciones, secuestros, muertes, choques, hijos que matan a sus padres, padres que violan a sus hijos, linchamientos entre vecinos, o tipos que incendian a su pareja embarazada. El gran problema de este caos es la irrupción de lo lógica de la criminalización. El estado de excepción se hace técnica de gobierno, y de las preferidas. Se dispara sobre aquellas vidas expulsadas, que pierden valor, se hacen intratables y son percibidas como peligrosas. En un orden en crisis, los cuerpos sin lugar caen bajo el filo de esta lógica criminalizadora (gente en situación de calle, pibes en esquinas, viejos, locos, travestis), como también al estar en crisis etiquetas tales como padre, esposa, alumno, paciente, ya es común que en medio de discusiones familiares, de pareja, altercados en escuelas y hospitales, se pida fervorosamente que interceda la policía, o ya directamente, se interviene haciendo “justicia por mano propia”. El estado empieza a dejar sus funciones paternalistas-integradoras, para combinarse en un gran celador-verdugo. El crecimiento de un estado penal en una sociedad se puede explicar en parte, por ser insumo necesario para esta técnica del estado de excepción. La policía como una meta institución, porque es una institución mas, como cualquier otra, pero que también se encuentra en crisis, pero al mismo tiempo, tiene que salir a paliar el desfuncionamiento de todas las otras, porque es una sociedad y una forma de administrar el orden lo que está agotado. De ahí que tenga una función, que es la de solucionar la defunción general (este es paradójicamente su ideal, su definición, su razón de ser). Pero la policía estatal no alcanza. Se da paso a fuerzas de seguridad privada, grupos de vecinos armados, linchamientos, y hasta bandas de seguridad para los supermercados chinos, que cuentan entre sus filas con pibes argentinos, pero también con chinos que llegan al país para proteger a los supermercados de su comunidad, en peligro por los reiterados robos y las peleas entre distintos clanes de familias. En este rol de instituciones penales que responden a un estado de excepción, muchos policías ejecutan funciones represivas, lo cual se hacen ganar nuestro odio, bronca, como también la de vecinos, otros pibes, comerciantes, lo cual hace que muchos policías sean estigmatizados, tornándose así en vidas peligrosas y despreciables. Así, se cumple el perverso designio de que los grupos populares se terminan hachando entre ellos, mientras que cuerpos de las elites jamás son criminalizados por su prácticas, sea por ausencia de reglas, o que estas existen pero ellos nunca caen bajo la grilla de su castigo (evasiones impositivas, lavado de dinero, trafico de drogas, personas, armas, etc), y si los chorros, o los canas perejiles. Que quede bien claro: no abogamos por una neo-teoría de los dos demonios, donde los policías “corruptos” y los chorros “sin códigos” deben ser marginados y dar lugar a policías honrados y dar mejor educación y contención a los chicos. Hablamos de un estado de excepción, contando entre sus fuerzas al estado y las instituciones de seguridad, entre ellas la policía, reprimiendo brutalmente, como pasa con pibes, travestis, prostitutas, sea en la noche, recitales, protestas, comisarias y cárceles. Pero es imposible no preguntarnos por los cuerpos que deben ejecutar esos roles, si están completamente permeados por la lógica de seguridad, si no hay diferentes tonalidades, disputas, negociaciones, y como esto puede jugar, en parte, para combatir el estado de excepción como tecnología de intervención frete a la pulverización de las tablas de los mandamientos sociales.



3- Pero si hubo algo que me empujó a escribir estas líneas, fue la escena en la cual se establece un dialogo, entre un jefe superior y Cristi. El jefe exige a Cristi que se detenga a Víctor -uno de los pibes que fuma-, y terminar con el caso de una vez. Cristi le plantea que no conviene, le pide tiempo: esperar aproximadamente dos semanas a que vuelva el hermano de Víctor, ya que este puede ser responsable de abastecimiento, y no tiene sentido encarcelar y abrir un proceso a unos chicos, que solo fuman marihuana; sería como arruinarles la vida, comiéndose 7 años de cárcel (son solo unos chicos locos, dice). Pero su jefe insiste y dando como terminada la charlita, le ordena que arreste a los chicos en un operativo. Pero Cristi se planta y dice: -“No, no los detendré”. -“¿Cómo?” pregunta su jefe. -“Que no los detendré”, reafirma Cristi. -“¿Porque? ¿Has olvidado la ley?”. -“Por supuesto que no. Es un tema de conciencia”, vuelve a contestarle Cristi a su jefe. -“¿Que es conciencia?” le repreguntan, y mientras ordenan a otro cana que escriba la definición que Cristi dará en un pizarrón: -“Algo que me impide hacer algo malo”. -¿Que es malo? -Que lo lamentaría… El jefe pide un diccionario, porque cree que están hablando “idiomas diferentes”, y pareciera entonces que se hace necesario convocar al gran padre de la lengua para dirimir la cuestión. Le hacen buscar conciencia a Cristi. Cristi busca. Una aserción de la definición es que la conciencia es un arrepentimiento por haber violado la ley moral o del estado. Le preguntan a Cristi si no tiene remordimiento de no detener a Víctor. Contesta que no, porque en poco tiempo esa ley de detener por suministro o consumo de drogas, ya no tendrá vigencia. El jefe lo ataca diciendo que el asunto es grave, y que busca cambiar la ley a su voluntad… Cristi –siempre firme- le contesta que no. Su jefe le retruca que no es un oficial de policía porque no cree en la ley, y lo acusan de buscar su propia ley moral y ahora lo obligan a buscar ley en diccionario (Cristi busca, pasa las hojas con desdén, tira algunas miraditas desafiantes). Encuentra ley, y en un apartado, rescata la ley como un estado de derecho a defender, una suerte de reglamento social. Como no dice nada de ley moral, entonces lo hacen buscar moral. Busca moral. No esta ley moral. Su jefe le dice que no existe, y que por lo tanto solo cuenta la ley de la constitución, y cualquier otra cosa solo puede convocar el caos, y que por ende, el no es un buen policía porque no respeta las leyes básicas. En este contexto, Cristi recibe un ultimátum de cuatro horas para ponerse a reflexionar, sobre dos caminos posibles: o cumplir la misión por respeto a la ley como un buen policía, o seguir su propia ley moral e irse de la fuerza. A Cristi acatar la ley le genera culpa, le parece algo malo. ¿Qué significa ese “malo”? ¿Tiene derecho a existir? SI para su jefe no, para nosotros sí. Retomando a Spinoza, no hay verdades últimas como garantes de ser, sino solo ficciones. Por lo tanto puede haber tantas verdades como ficciones. No hay Bien o Mal, sino cosas buenas o malas, como tantas como ficciones haya. Si a Cristi le parece malo detener a un pibe simplemente por fumar marihuana, se basa en un criterio propio, una ley moral como diría su jefe, que tiene derecho a existir como cualquier otra, porque no hay verdades a priori de ningún tipo, sea de dios, el estado, el hombre , o lo que sea. De ahí que su razón de ser esté dada por la lucha entre ellas, y el triunfo de hecho da posibilidad de derecho. Por eso si Cristi no acata, debe irse de la fuerza. Más allá de cómo termine la peli, y la resolución de Cristi después del ultimátum, nos surgen muchas preguntas sobre nuestra época; si estamos en un proceso abierto, donde principios fundantes de lo común están en crisis, ¿solo queda la criminalización de lo otro que no sea uno? ¿Quién define que es este uno? ¿En qué imperativo y parámetro vital se define y ampara? Un estado de excepción cuenta con sus instituciones penales que portan un ideal, una razón de ser (como la peli del Bope, que nos muestra una fuerza de intervención en favelas rebosantes de mística); pero al mismo tiempo, también portan una crisis como todas las demás, entregadas a la frustración y fragilidad ontológica. Más arriba, dijimos de cómo este desfondamiento de instituciones, provoca la irrupción de una zona gris, pletórica en promiscuidad y ambigüedades ¿Esta solo pude dar cabida a los ilegalismos antipopulares, y la mencionada represión? Esta dilatación de contornos, vacilante pero precisa, ¿solo puede tomar la forma que toma? Si el ideal de las fuerzas penales, no es compartido por todos sus elementos, y hay un afuera que puede conectarse a esos átomos díscolos, ¿no se pueden dar disputas, y a su vez, generarse otras zonas grises, que puedan poner en jaque la criminalización? Hablo de retomar la apuesta nietzscheana de un nihilismo activo, constructor fecundo de nuevas relaciones, instituciones y valoraciones de la vida y el existir. ¿No caemos en un estereotipo tan falso como el de los “pibes chorros”, entendidos como seres demoníacos, monstruos enloquecidos, si vemos a los poli solo como bestias irracionales, esperando ver a un pibe con gorrita para ponerse a jugar al tiro al blanco? Otra vez: esto no plantea una mirada inocente y estúpida, desconociendo a la policía como un aparato, del estado, y menos todavía represor, pero me pregunto si es solamente eso. En el 17 de octubre, muchos de los policías que fueron enviados a reprimir a las masas de trabajadores que se acercaban a la ciudad, no solo no reprimieron, sino que contribuyeron a conducir al hormiguero indómito a los puntos neurálgico de la capital, el cual desembocaría finalmente en la histórica plaza. En medio de la conversación, a Cristi le arroga su jefe “tu ya ni sabes lo que eres… ¡busca policía!” Cristi busca policía en el diccionario, y una de sus aserciones, como adjetivo, es ser ingenioso, suspicaz, inteligente. Cristi lo demostró, desmintiendo así a otro de sus jefes, que ya lo había subestimado, diciendo que no tenía capacidad de discutir que es una ley. Si un policía “ya no sabe lo que es” significa que algo se encuentra agrietado, borroso, esquizofrénico, y que está abierto a otras formas de ser y estar en el mundo; de ahí que sería importante si nos podemos preguntar, si vale la pena desconocer las capacidades, sensibilidades y saberes de un policía para contrarrestar el ideal tanático de su institución, como insumo vital e indispensable para el desenvolvimiento de un estado de excepción. Policía, adjetivo, es una película que me interpelo, quizá porque me recordó esa frase de Nietzsche, de que “Para poder levantar un santuario, hay que destruir otro santuario: esta es la ley”. Entonces, no hay leyes verdaderas ni falsas en sí, sino solo ficciones que expresan sus contingentes sentidos de lo bueno y lo malo. Las leyes son solo un momento, un episodio del eterno devenir. A lo sumo, esa es la ley, el conflicto, la lucha, porque hay múltiples, eternas posibilidades de ser, en el océano de la infinitud.

By Andrés.

lunes, 28 de junio de 2010

Siguiendo la estela de los dados de luz

Pensando sobre los video juegos, desde los Films Ben-10 (Dir. Nic Balthazar, Bélgica, 2007) y ExistenZ (Dir. David Cronemberg, E.E.U.U, 1999).
                                                                           

Antes de que me pegaran un tiro pensaba que estaba aquí más a medias que por entero: siempre creí estar viendo la tele y no la vida real. La gente dice a veces que las cosas que pasan en el cine no son reales, pero lo cierto es que lo que no es real son las cosas que pasan en la vida real. Las películas hace que las emociones sean tan fuertes y reales que las cosas que te ocurren en la realidad son como si las vieras en la tele: no sientes nada.
(Andy Warhol, Mi filosofía de A a B y de B a A)

Eugenia: ¡O Dios, que nido delicioso! ¿Pero por qué tantos espejos?
Mme. De Saint-Ange: Por que repiten las posiciones en mil sentidos distintos y con ello multiplican al infinito los mismos goces para los ojos de quienes los gustan sobre esta otomana. Así, ninguna parte de ambos cuerpos queda oculta: es preciso que todo esté a la vista; son otros tantos grupos reunidos alrededor de aquellos a quienes el amor encadena, otros tantos imitadores de sus placeres, otros tantos cuadros deliciosos que embriagan su lubricidad y que pronto se convierten en su complemento.
Eugenia: ¡Que invención exquisita!
(Marqués de Sade, Filosofía en el tocador)


1- Antes de arrancar con los videojuegos ¿qué es la virtualidad? Siempre que asimilamos lo real, lo hacemos mediante una imagen. Esa imagen posee un significado, un contenido. La Virtualidad Real es un entorno que se erige cuando esta imagen que representa lo real, se ha transformado en lo real (Castel). Lo real siempre es inasible. Necesitamos un rodeo para apropiarnos. Pero la virtualidad es una imagen que se ha hecho real. La imagen se hizo cosa, y se presenta mediante un soporte. Sea la tele, webcam, afiches callejeros, mensajitos de texto, marquesinas, etc. Nos conectamos con los demás mediante un soporte. Un alguien me comunica algo mediante un mensaje representado en una imagen que se expresa gracias a un artefacto, sea el chat, programa televisivo o un afiche callejero con una modelo y un perfume.

¿Cómo entender este mundo? ¿Por qué nos vinculamos de esta manera? Una de las tantas posibles maneras de encararlo, es pensar a nuestro cuerpo con prótesis artificiales, y que vivimos en un entorno también artificial. Primero entones, pensarnos como Construcciones Orgánicas (Junger). ¿Qué significa esto? Que nuestros ojos cuentan también con el ojo de una cámara fotográfica; que nuestra lengua cuenta también con el teclado de un celu; que la camarita en los monitores son también otros ojos de los que tenemos. A su vez, además de estas prótesis, se genera un entorno artificial. Toda una parafernalia de soportes y artefactos emanando imágenes. ¿Quien es el verdadero? El que esta en la casa, o la imagen de la fotito del MSN? La modelo tal o la que sale en los afiches? La ciudad como una segunda naturaleza. Y tanto este entorno artificial, como nuestras prótesis, son vistas por todos nosotros sin llamar mucho la atención, como si fueran componentes de nuestro “hábitat” y una anatomía “natural”.

Pero también estos órganos y entorno artificiales, hay algo así como una Segunda Conciencia (Junger otra vez). Un percibir y asimilar los hechos a distancia. ¿Es lo mismo recibir imágenes del terremoto en chile que estar viviéndolas allí? Nuestro cuerpo percibe hechos e interactúa con otras personas sin compartir un lugar. Nuestra Segunda Conciencia percibe esto último. Capta lo real objetivado en imagen. La imagen materializada se transmite a distancias inmensas y se repite infinidad de veces. Vamos interiorizando además de nuestro cuerpo y órganos, una sensibilidad virtual, que pivotea obre las demás subordinándolas y dándole su sentido. La sensibilidad como la capacidad para recibir y asimilar los estímulos con los que nos bombardea el mundo (Freud). Lo virtual nos inculca una manera de sentir donde se nos hace hábito y nos hace sentir más cómodos frente a otros estímulos. Pero no estamos hablando del contenido de un enunciado, sino de una manera de palpar y asimilar lo real. Las Construcciones Orgánicas, y una Segunda Naturaleza artificial, generando y alimentándose de una Segunda Conciencia, necesitan de esta sensibilidad virtual, para hacer asible que las imágenes se han hechos cosas, que las representaciones son ahora experiencias.

Ahí nacen varias preguntas ¿Es lo mismo hablar en un bar que por Web Cam? ¿Es lo mismo ir a la cancha que verlo desde casa? ¿Qué nos viene mejor? ¿Qué nos gusta más? ¿Por qué? ¿Tienen sentido estas preguntas? Ana -una amiga que trabaja de preceptora en una escuela privada de elite-, me contaba una movida que me llamó bastante la atención. Una chica -Laura- salió corriendo con un cutter a unos compañeros del curso. ¿El motivo? “Vinieron a molestarme unos pibes que ni conozco, me vinieron a cargar por Lelouch”. ¿Quién es Lelouch? Me comenta Ana: Lelouch, por lo que me contó Laura, era un joven que lideraba una rebelión. Un joven apasionado, con un hermano al cual cuidar y proteger. Lideraba un grupo de rebeldes que querían oponerse a un imperio. Su deseo era “dejarle” un mundo mejor a su hermano. Constantemente decía que nadie la entendía mejor que Lelouch, que este joven era su mejor amigo. Que miraba la serie con su hermana y ambas seguían paso a paso lo que sucedía en la historia. Comentó también que estudiaba japonés, para poder ver los dibujos en idioma original. Resulta que Lelouch murió, ella estaba muy mal, y explotó por que los chicos la cargaban por eso. Mi amiga en un momento le consulta

-Lau, ¿Vos tenés amigos?

-¿En esta realidad? –responde-.

2- Pero pensemos lo virtual a partir del juego. Si hay una industria de punta, dinamizadora de innovaciones y que ha contribuido sostenidamente a lo que llamamos Virtualidad Real, es la de los video juegos. Recordamos el Atari, Family, Sega, Nintendo y ahora la Play (consolas). Ni hablar de los juegos de computadora –en casa o el ciber-, como tampoco de los fichines. También hay juegos directamente en Internet, teléfonos celulares e Iphad.

Un juego virtual es adoptar una imagen que se mueve en la pantalla que manejamos mediante un jostik o teclado. O directamente, por los nuevos simuladores, movemos nuestro cuerpo y se mueve el personaje en la pantalla. Nuestro cuerpo esta al servicio de otro cuerpo o ente espectral, que protagoniza su existencia en una pantalla (sea de tv, monitor, celular o iphad). También se puede jugar de a varios en el mismo lugar (vínculos mediados por la pantalla) o a distancia, On-line. Este ultimo es conectarse a imágenes que nos colocan en un ámbito virtual y nos une cuerpos en otros lugares. Cuerpos a distancia que encuentran sus imágenes en un mismo lugar.

El juego en general, incorpora habilidades, valores, e imaginarios de manera performativa. Es mas; algunos pensadores hablan del juego como la instancia de socialización primaria, aprendizaje de la vida social. George Mead nos habla del Otro Generalizado. Los juegos como un dispositivo de interiorización de normas, papeles, expectativas, donde la espera de los otros, modela un forma de ser y comportarse. A su vez, esta contribución del individuo, también hace a ese sistema de normas. Los videojuegos son utilizados hoy día en algunas escuelas. Tanto es así, que en Cuba se ha desarrollado un videogame que ritualiza la vida en la isla, como ejercicio de robustecer los valores revolucionarios y alejar las influencias del imperialismo.

Vallamos al protagonista de Ben-10. Un joven de clase media norteamericana, que se encuentra afectado por una clase de autismo. Inmerso en el juego del conocido anime, sabe como moverse, manejarlo, atacar y defenderse. En la tranquilidad de su habitación, expone sus destrezas con una sapiencia envidiable. También se hace de amigos y entabla alianzas para pode ganar y avanzar en el juego. El pibe película solo juega aquí y hasta diríamos que vive aquí. Pero luego el estigma. El karma de este pibe es no saber moverse en otros ámbitos sociales. A su vez, es recíproco, por que al no saber moverse, lo seduce aún más el juego. Sin embargo, ahí entra en conflicto con lo cotidiano. Compañeros de la escuela que lo gastan, dificultad para vincularse con su familia. En varias oportunidades, intenta moverse, pero mete su back ground del juego y no funciona. En la peli aparece como los esquemas cognitivos y el habitus virtual del pibe no corresponden a los saberes necesarios para defenderse. La escena donde unos compañeros atacan al protagonista, le roban el celular, lo patean y demás, muestra como no sabe plantarse por fuera del juego - a pesar de haber construido una cruz con una hoja de cortar tipo navaja.

Pero volvamos a los juegos, y los de carácter virtual. Por un lado decimos que el juego es una pedagogía indispensable para cualquier orden social e incorporar a los infantes. Pero también es un acto de resignificación y profanación for excelence. El juego como lo opuesto a lo útil y establecido (Bataille). El juego como el emprendimiento que hace tambalear inocentemente lo dado. Si lo útil es un acto organizado con objetivos precisos y reconocidos y valorados por los otros (lo posible), el juego, como un acto organizado donde no hay objetivos (lo imposible). Esta paradoja puede explicarse desde Agamben. El juego como un rito donde se ve trastocado el sentido de lo instituido. Se transgrede el tiempo medible y objetivo e irrumpe lo eterno. Luego hay una disputa por estos apropiamientos, por estas aperturas de lo factible, de ser ritualizados, de tener un relato y ser afianzados en la historia. Hay una disputa por los significantes de las cosas, donde los inestables (aquellos que lograron abrir múltiples significados) buscan ser instituidos, y los ya estables, buscan no perecer y combatir a estos. De ahí que el juego es tanto aprendizaje de ser, como disputa de ser.
Pero lo virtual son juegos que no son cacharros viejos o en uso, objetos prefabricados por la industria del juguete, sino creaciones de infinitos mundos. Todo lo posible, lo ya dado, está al alcance de la mano. La mininiaturizción total; podemos ser héroes mitológicos, figuras de fútbol mundial, personajes de anime o televisión, estrategas de países e imperios (lo que prefiere quien escribe estas líneas), en fin, todo lo que sea. El principal entrenamiento social de los videos juegos, además de imaginarios, es el uso y refinamiento de una sensibilidad virtual y entrenar los reflejos, en un mundo súper-estimulado. También nos relaja y entretienen; sabido es su uso hasta por empresas para sus empleados con estos fines. Por lo tanto, los video juegos nos preparan para lo útil, lo ya instituido. Es interesante apreciar como ingresa este mismo en lo inter-generacional. Por un lado, a muchos chicos le sacan la play, le ponen horarios, ante el peligro de estar embobados. Pero por otro lado, muchísimos treintanieros los juegan, sea en diferentes consolas, y hasta muchas veces, instruidos por expertos niños, ya curtidos en la movida. Lo que esta en disputa –entre otras cosas-, es la construcción de una sensibilidad virtual –por algunos rechazada, por otros legitimada y deseada.

Pero volviendo a lo anterior, lo más reactivo de la industria de los video juegos, es su carácter virtual y la posibilidad de abrir infinitos mundos. El problema y retomando a Castel, es que se institucionalizó el milagro. Todo puede ser, pero siempre lo ya dado. Lo que encontramos es un enorme desencantamiento. Ya programados para ser de una determinada manera, se cierra el paso para que desde afecciones de la vida posmoderna, abrir nuevos posibles sobre ellas. Sea para un chico, o también adultos, los video juegos –en este sentido- infantilizan.

El máximo ejemplo es el film ExistenZ. Una prueba de la empresa Antena Research de un nuevo juego, donde directamente no hay soporte de la imagen, sino es un simulador. Se participa conectándose por un cable de consola orgánica (Pod) a la espina dorsal por un bio-puerto. En el ensayo ocurre un atentado hacia la diseñadora, y huye con Ted, un voluntario para el experimento. Allegra, la creadora, necesita probar el juego para saber si esta roto o funciona. Ted se niega a conectarse, pero termina haciéndolo (“sal de tu jaula”, es el sofisma de Allegra). Al ingresar a este mundo dice Ted “me siento como yo”. Ted y Allegra disputan un juego que no saben que les depara el futuro, que pantalla sigue a la otra. Descubren que el sentido es luchar contra los realistas que odian la virtualidad. Una esquizofrenia se apodera de los protagonistas, de no saber cual es la realidad y cual el juego, que hacen por que quieren y que obligados por el programa. Para Ted su máxima preocupación es “que está pasando con nuestros cuerpos reales”. Sensaciones fácticas se apropian de ellos, como cuando –en contra de su voluntad, pero obligado por la programación del juego- Ted come un repugnante bocado de algo así como un pescado-reptil sintético.

El juego cuando abre lo imposible implican peligros, retos, exponerse. Se esta experimentando con los cuerpos, lo cual nos abre al sufrimiento y la angustia, como al vértigo y la adrenalina. Pero el problema –retomando a Junger- es cuando arrojamos afuera los peligros que nos deparan las afecciones y la necesidad de experimentar con nuestra vida. No nos entregamos a la aventura de enfrentarlas. No olvidemos que somos Construcciones Orgánicas, donde existen nuestros cuerpos como imágenes objetivadas, relacionándonos con los demás mediante prótesis (algunas ya internas) en un entorno artificial. Los videojuegos nos sacan de la zona del peligro, al ser aventuras controladas, donde en una historia programada, puedo ganar o perder, mi imagen puede sufrir 50 balazos, pero queda ahí. Es el ejemplo de ExistenZ. En vez de un espacio guerrero, donde nos paramos sobre nuestras inquietudes, afecciones, nos hallamos en un espacio romántico. Este es la queja, la distracción, sublimación, encierro, en fin, múltiples maneras de no aceptar la necesidad de ir al frente, y reconocer aquellos que nos produce la herida, e ir en contra de ella, tratando así de trasformarnos a nosotros y nuestra vida. Así, los video juegos son una ritualización de lo sagrado. El mercado, el consumo y la precariedad y la nadería de nuestras vidas, sigue intacta Lo sagrado y profano hermanados; el juego como lo infinito, pero solo para mantener lo posible.

Pero ¿los juegos solo alienan en la contemplación, de estar frente una pantalla de TV, computadora o celular? ¿solo nos entretienen, solo nos despejan de las preocupaciones diarias, con una “falsa” adrenalina? También nos puede inducir y preparar para actuar y enfrentar problemas en diversas situaciones, y aún así, estar contemplándonos.

Recientemente, las fuerzas armadas de Estados Unidos desarrollaron un video juego. El mismo tiene varios propósitos, entre los cuales se encuentran dos muy importantes: el primero, convocar reclutas para dirigirse a pelear en el frente de guerra en medio oriente, el tandem Irak- Afgnagistan. Pero el principal y que más me llamó la atención, es la de entrenar, preparar e inculcar conocimientos para marchar al frente. Cuerpos trabajados no para vivir aventuras en la virtualidad real y solo allí, sino preparados para ir a una aventura como la guerra real. En la guerra robotizada y con mando a distancia, la preparación es mediante video juegos.

También diversas empresas multinacionales preparan a individuos en múltiples tareas de conflicto. Como Mc Donals, educa a sus empleados en la atención al público, a los quehaceres cotidianos, y la resolución de problemáticas con compañeros. Otro ejemplo: la empresa IBM, entrena a sus ejecutivos y jefes en mundos virtuales, para prepararlos ante la rutina estresante, la relación con sus superiores y empleados de planta, y la necesidad de actualizarse intelectualmente. En estos entrenamientos, no importa si a alguien lo echan, se equivoca en preparar una hamburguesa; es una simulación, una práctica sin riesgos, pero que pronto estos cuerpos si deberán estar expuestos a esos peligros y probables inconvenientes. Por lo tanto, no solamente nos embotamos frente a los diversos soportes y sus imágenes, adquiriendo valores e imaginaros reactivos, no dando cabida a las afecciones que nos provoca la época, sino que a su vez, también somos adiestrados para actuar y vivir ante peligros y riesgos, pero de una forma prediseñada y formateada por las relaciones de poder hegemónicas.

3- Pero les pregunto: ¿los video juegos solo nos modulan, nos domina y embotan los sentidos?

Nacho, otro amigo, comenta lo siguiente:

Juan es un pibe amigo que vive en la 1-11-14; entre materia y materia de la facu, el pibe intercalaba partidos de fútbol en una canchita de su barrio y algún que otro buen rato con los juegos en red, como la mayoría de los pibes. Cada vez hay más problemas en el Bajo en lo que se refiere a la violencia (choreos, apuradas, peleas…) y encima la canchita de fútbol había sido tomada por una bandita de pibes bastante pesados... por esto es que Juan y sus amigos dejaron de pintar por ahí, y cambiaron cada vez más sus tardes y noches de ir a la canchita por los jueguitos en algún ciber. La cosa es que Juan se hizo cada vez más experto en un jueguito... y tiempo después alguien le dijo que el capo de la bandita que había “tomado” la canchita, era fanático de su personaje en el juego, que hasta le copiaba los trucos y lo seguía en sus avances en el jueguito. Juan algo raro había notado cuando este pibe un par de veces que lo cruzó en el barrio, para su sorpresa, en vez de la común mirada desafiante, lo había saludado…

El juego sirvió para revertir una situación donde el juntarse y compartir algo como el fútbol se hacía jodido. Las destrezas de un juego pueden servir para alterar las coordenadas de prestigio y porongeo en una villa. También puede existir una inventiva disruptiva. Pensemos en la creatividad hacker. George Hotz, un pibe de 20 años hackeó la consola de la play 3 para poder usar juegos de la dos. Ya a los 17 años, había jaqueado el sistema de Iphone, para poder utilizarlo con otros proveedores que no sea la red AT&T de Estados Unidos, la única que lo hacía. Inventiva que como ya sabemos, es también retomada y resignificada por el mercado para generar rentabilidad. Por ejemplo Michael Sayman, un chico de 13 años que vive en Miami, y diseñó para Apple una aplicación para el iPod, iPhone y el iPad del juego Club Penguin, ganando 50 mil dólares. Pero a ver, vallamos con otra secuencia contada por nacho:

Otro amigo, también del Bajo Flores, "especialista" en un juego en red, recibió una invitación un tanto extraña... Al pibe lo invitaban a un encuentro de jugadores que se hacía en un country. Mi amigo flasheó cuando, al repetirles a quienes lo invitaban que él vivía en una villa, que se vestía de tal y tal manera, etc., etc., los otros le decían que eso no importaba en esta movida, que era un encuentro de jugadores y punto. Una especie de suspensión de los estereotipos, del racismo, de andar midiéndose y midiendo a los otros; esas insondables diferencias (que existen hasta en el juego mismo, ya que quien tiene dinero puede depositarlo en el juego y con eso sumar armas y cualidades para sus personajes virtuales) parecían licuarse en esa invitación; todo un flash. Creo que este pibe terminó faltando a la cita; nunca le pregunté bien por qué al final había decidido no ir...

Como dice Nacho, se ponen en jaque formas de subjetividad, de relacionarse y concebirse como pares. Algo muy puntual, mínimo quizá; al igual que jugar juegos que no se pueden en determinadas consolas, cambiar camisetas y gráficos, o juntarse en un lugar que antes no se podía. Ínfimos, pero que responden a la lógica del juego, en su faceta de apuñalar y rasgar lo dado.

Ya dijimos que somos Construcciones Orgánicas. Anatomías de carne y plástico digital, arrogados en un entorno virtual que nos superestimula; una vida precaria, autogestiva, donde

tenemos que aprender a caminar sobre el agua. Por eso vivimos tensos, estamos nervioso; según Virilio el sistema nervioso es hoy la clave para comprender nuestro cuerpo. De ahí la proliferación de las enfermedades del alma: anorexia, ataques de pánico, adicciones, etc. No podemos pensar los cuerpos “en si”, en abstracto. Como Construcciones Orgánicas viviendo en una segunda naturaleza -la urbe globalizada-, portamos una determinada plasticidad afectiva. Plasticidad es aquello que decía Nietzsche en tanto capacidad de soportar dolores, riesgos, con tal de superarnos. Un Pesimismo Dionisiaco de erradicar inquietudes vitales creación mediante. Somos un cuerpo bombeado por estímulos, nervios en carne viva. Espectacularizados, vivimos en un entorno fantasmal que nos crea mundos que nos relajan, entretienen, nos inyectan adrenalina y placer; en fin, nos calibran el pulso, nos venden recetas para lo que nos afecta, sin cuestionar la vida que nos enferma. Los videojuegos forman parte de este conjunto; nos encontramos con la ratio de las sociedades de control: la modulación de múltiples posibles, una autonomía que le cuesta reconocer rigideces y ya no se reconoce bajo la égida de los mecanismos disciplinarios. Pero no es verdad que somos protagonistas. Con los videojuegos, en su planificación y programación para la industria de entretenimientos, tenemos un buen ejemplo. Pero estamos embotados, justamente por eso: por que estamos programados. Programados para evadirnos, sublimarnos, generar nuevos deseos, y no reconocer enfermedades vitales de nuestro tiempo. No existe una contradicción entre actividad y visión. El problema es no experimentar, pararnos en afecciones vitales que consideremos propias. No solo nos contemplamos cuando estamos frente a un televisor o PC horas y horas, sin cuestionar siquiera por que estamos tan cansados, con gastritis, o reproduciendo estereotipos racistas o misóginos. También cuando los yanquis parten a Irak entrenados por un videos juego, sin preguntarse por el sentido de esa guerra.

De ahí que no podamos negar la virtualidad. El final de ExistenZ es salir de lo virtual y posicionar “una existencia que pesa más”. Pero recapitulemos: termina el juego, Ted es asesinado por Allegra, y la prueba concluye. Pero los que estamos viendo la peli quedamos anonadados. Sorprendidos, nos preguntamos: ¿quien es quien? ¿qué esta pasando? La prueba del juego, incluye una prueba del juego –lo que se muestra al comienzo- y después la introducción a la simulación. El atentado del principio, donde Allegra y Ted se escapan en medio de disparos, ya era parte del juego y la simulación. Allegra resulta no ser la creadora del juego sino una voluntaria más, y Ted es su pareja. Después del ensayo, la pareja si termina atentando contra los “verdaderos” creadores del juego y los asesinan, con la consigna ya mencionada de “hay una realidad que pesa más”. Los rematan con una pistola de hueso, la misma que aparece en el juego, pero ahora que se encuentra fuera del mismo, cuenta con otra efectividad… En la última escena, el pibe que está en la puerta como seguridad, les pregunta, confundido, “Esperen ¿esto es real?” A ver: lo que surge entre todo esto, es la evasión de la simulación y un mundo virtual. No digo que no pueda ser potente la evasión en algunas circunstancias como esta matriz, pero me gustaría señalar que no podemos simplemente negar lo virtual, y se hace urgente la necesidad de reconocer una plasticidad corporal que la incluya. Mas allá de ciertos aspectos patéticos del final, volvamos a Ben-10. El chico autista, traumado por su vida, decide darle un vuelco total. Prepara un montaje de un suicidio, ayudado por su amiga (conocida en el juego) y su familia. Se proyecta esta filmación en la escuela en el contexto de su funeral. Pero en un momento, el joven ingresa a la sala y se muestra ante los demás. El montaje del suicidio, es algo así como una oportunidad de volver a empezar. “Cuando te mueres, vuelves a nacer”, o “el fin es el principio”. Consignas que representan como desde el mismo juego y una imagen de un cuerpo, se logra superación de afecciones y una afirmación. Ahora no se contempla por estar atrapado en un mundo artificial, donde solo era feliz jugando, o en un contexto que reconocía sus problemáticas, pero desde una madre sobreprotectora, un psicólogo delirante, y un padre ausente. El juego era algo que lo evadía, pero desde él, surge un barajar y dar de nuevo. Un cuerpo como construcción orgánica, una imagen objetividad, que sirvió para dar muerte a un cuerpo real. Mas allá de la lamentable escena en el campo acariciando un caballito, hay conexiones ínter-subjetivas, amistades, que ensayaron y experimentaron como Construcciones Orgánicas. Por más que ExistenZ cuente con una mayor jerarquía artística que Ben-10, en cuanto el guión y la fotografía por ejemplo, la película de Balthazar deja una puerta abierta como para pensar en este sentido. Como dice Scott Lasch, lo que esta en juego en nuestro tiempo es la noción de realidad. ¿Qué significa hoy una sensibilidad virtual? ¿Cómo nos domina? ¿Cómo contra, pero también desde ella, podemos luchar por nuestras inquietudes vitales? Interesante esta idea de criterio de la realidad, ya que se trata de algo bastante dificultoso a veces, de simplemente poder reconocer quienes somos, que nos pasa y que queremos. Lo cierto es que una posible manera de enfrentar nuestra época puede ser por empezar a investigar nuestro cuerpo. Escribió William Blake hace algunos siglos: “Si las puertas de la percepción fueran limpiadas, todo se aparecería al hombre tal como es: infinito. Pues el hombre está confinado en si mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna”. Hoy en día con nuestros cuerpos como Construcciones Orgánicas, los juegos –y electrónicos- ¿pueden volver a vislumbrar lo eterno? Agamben nos recuerda que Heráclito decía que el devenir del tiempo mágico es un niño jugando a los dados; sabemos que dados de luz ruedan a nuestro alrededor, sobre el tapete de nuestros nervios, atornillando así lo posible ¿Pero por que no pensar que en los deditos rápidos y precisos, no puede palpitar algo así como estos toc-toc de los timbales, que en los confines de la noche, convocan el azar y lo imposible, despertando la ira de dios?

                                                             By Andrés.

martes, 16 de marzo de 2010

De afecciones, cuerpos e imágenes…

Continuando con las inquietudes desplegadas en “Tu belleza es como un resplandor”, dejamos aquí otras preguntas y reflexiones para seguir dándole vueltas al asunto.

1. A propósito de la escena de Bastardos sin gloria (Tarantino, 2009): La escena es la que transcurre en la sala de proyección del cine; Frederik, el joven soldado nazi, protagonista de una película que cuenta sus hazañas de guerra, recibe el disparo de Emmanuelle. Mientras Frederik agoniza frente a su atacante, la película que se proyecta en el cine repleto de nazis (incluido el mismo Hitler) muestra en una imagen a un Frederik comprensivo, romántico, heroico, diríamos que sensible frente a sus crímenes de guerra… Al ver la imagen de Frederik en la pantalla, Emmanuelle se conmueve, se sensibiliza y avanza hacia su víctima que cree muerto pero que aun agoniza: le toca el brazo, intenta darlo vuelta… y allí es cuando Frederik, con sus últimas fuerzas, saca un revolver y le dispara. Dice Leandro: “La escena que describimos habla de la experiencia de ver cine. Da cuenta de la verdad del cine, de su sentido que no es otro que conmover y emocionar. Emmanuelle mira la pantalla y se conmueve con la imagen espectral de Frederick, una imagen bella, que la afecta y la moviliza. Esa imagen descarnada que sobrevive al cuerpo real –que yace “muerto” en el cuarto de proyección- es una imagen resplandeciente que tiene efectos emocionales en el espectador. A Emmanuelle no la conmueve el Frederick real, sino su imagen cinematográfica, fantasmal. Hay un magnetismo en la pantalla…hay un halo mágico…”. Trastoquemos la última frase de la cita. Digamos: “A Emmanuelle no sólo la conmueve el Frederik real, sino también su imagen cinematográfica.”

2. De esta manera diremos, entonces, que Emmanuelle, en la secuencia del film, es afectada doblemente: por un lado por el Frederik “real”… de hecho no lo soporta, se siente amenazada por él, movilizada, a tal punto que lo asesina… Y, por otro lado e inmediatamente, Emmanuelle es afectada también por la imagen cinematográfica de Frederik. (En nuestra cotidianeidad, esta separación un tanto secuencial, temporal, se esfuma, complicándolo todo aun más…). Esbocemos una lectura “positiva” de esta “doble afección”. Si nos basamos en una “definición” del cuerpo según su capacidad de afectar y ser afectado. Si definimos una cosa, un animal o un cuerpo humano, no remitiéndolo a algo ya definido de una vez, de índole esencial (“lo que es” o “lo que debería ser”), sino que “definimos” al hombre (o a un cuerpo cualquiera) según “lo que puede”, es decir, lo definimos de manera variable, en permanente hacerse, entonces veremos en esta doble afectación que envuelve a Emmanuelle una ampliación de su potencia: es capaz de ser afectada de más maneras. Así, en una primera instancia (luego veremos cómo se complejiza este argumento), el cine no puede más que festejar esa escena de Tarantino, ya que demuestra su enorme potencia; el cine ha logrado ampliar el umbral sensitivo, la “superficie de afectación”, volviendo más “perfectos” los cuerpos (en tanto más amplias son sus potencias). Las imágenes cinematográficas (fuerzas lumínicas, sonoras, narrativas, etc.) constituyen para nosotros una afección (real, concreta) como lo es la presencia de otro cuerpo frente al mío. (El cine, con esto, llevando adelante el programa filosófico que postula la caída de la Moral y de la preeminencia de lo Humano, de la escala humana como único parámetro de “lo real”…)

3. Bordeamos discusiones filosóficas que nos exceden… pero quedan la intención es plantear algunas preguntas para enriquecer nuestras elucubraciones. ¿Qué idea de lo “real” vamos desplegando? ¿Qué consecuencias tiene plantear (o no), ante la escena del film, una separación entre la afección real (Frederik muriendo frente a Emmanuelle) y la “afección descarnada”, la imagen, el Frederik “fantasmal”…? ¿Tendría que “valer más” la afección del cuerpo presente, en carne y hueso, que la afección que viene de la pantalla, ese entramado de sonidos, imágenes, textos…? O, mejor dicho, ¿a qué fundamentos –que no sean del orden de la moral, de la moral trascendente que asigna un valor a priori de las afecciones- apelamos para establecer la jerarquía entre esas dos afecciones que interpelaron a Emmanuelle? De vuelta, ¿por qué el afecto (el “sentimiento”, la variación del estado de ánimo) que experimenta Emmanuelle ante la “afección 1” debe “pesar más” o debe sobreponerse al que le provoca la “afección 2”? O en todo caso, ¿cuáles son los parámetros para activar una selección, una valorización no-moral ante las distintas afecciones; desde dónde jerarquizar entre una y otra?

4. En nuestra vida actual, sabemos y experimentamos el poder que las imágenes gráficas, televisivas, cinematográficas, publicitarias, etc. tienen sobre nosotros. Sabemos que somos capaces de ser afectados por imágenes. Este es una especie de “umbral” histórico, un “dato” de la realidad, una condición irrenunciable e irreversible… Amputar esta posibilidad de dejarse afectar por imágenes, o, de manera más sutil, aplicarles a este tipo de afecciones un “filtro”, una jerarquía a priori (algo así como un mandamiento que rece: le darás sí o sí más importancia a un cuerpo presente frente a ti que a una imagen), sería, en primer lugar, ilusorio: sabemos muy bien que no se sostendría ni un día ese mandamiento. Y por otra parte, sería un acto conservador, restrictivo de nuestras potencias (un límite a aquello de lo que somos capaces, un límite a las capacidades de nuestro cuerpo –cerebro, ojos, oídos, etc.-, cuerpo que, insistimos, se va definiendo –históricamente- de acuerdo, justamente, a aquello de lo que es capaz…). Es decir, entonces, un cuerpo me afecta en tanto que la imagen que yo me hago de ese cuerpo produce un efecto en mí. Me afecta en tanto ese cuerpo, que es una fuerza (con su forma, su luz, su historia, etc.), imprime en el mío una huella, quedando en mí una “imagen” de ese cúmulo de fuerzas que yo luego veré si me provoca alegría, tristeza, si me despierta algo, o si, simplemente no la detecto y ya… Cuando lo que nos afecta (la afección) es una imagen cinematográfica, por ejemplo, el circuito es el mismo: la imagen que emite la pantalla de cine imprime una huella en mí, abriendo la posibilidad de que yo me entristezca, me alegre, me sensibilice, me enoje, etc.

5. Ahora, se abren otro tipo de problemas: nosotros optamos, en muchas ocasiones, por recoger, investigar, desplegar más la huella que imprime en nosotros la “afección-imagen de cine” que la “afección-cuerpo a mi lado”. Y si la huella que nos deja una imagen cinematográfica (o publicitaria) es más tenida en cuenta por nosotros que la otra huella (aquella que me imprime un cuerpo tendido a mi lado) a la hora de descifrarla, de leerla, de dejarnos que nos conmueva, de ver qué información (nuestra y del mundo) hay en ella, eso habla más de mí que de la naturaleza de aquello que nos afecta. Esta “selección” habla de nosotros, de la constitución de nuestro cuerpo, de los procesos de “lectura” de huellas que iniciamos, que somos capaces de iniciar, que vemos más convenientes realizar, etc…. He aquí la preocupación de por qué muchas veces le damos más bola a las huellas que nos dejan las imágenes (publicitarias, cinematográficas, televisivas, etc.) que a aquellas que imprimen los cuerpos cercanos, los objetos que nos rodean. (Investigación obligada: partir de nuestro modo de vida, de las afecciones que nos atraviesan y de las huellas que decidimos (o tendemos a) leer, descifrar, tomar en cuenta, dejar que nos alteren, que nos modifiquen… y evitar juicios valorativos a priori sobre la naturaleza de las afecciones: si son “reales” o “fantasmáticas”, si es un mejor que sea un cuerpo presente que una imagen, etc. Es decir, cómo encarar nuestra contemporaneidad sin apelar a la nostalgia de lo perdido, de la desvalorización de “lo corpóreo”… a querer inducir o reponer esquemas perceptivos, esquemas de “lectura de huellas” que muchas veces ya no emergen por sí solos…)

6. Otra escena (también expuesta en “Tu belleza…”): La chica se sensibiliza frente a una película rosa; se deja conmover hasta las lágrimas. Una imagen-cliché, pensamos, del romanticismo; una chica atrapada por un estereotipo (súper eficaz, claro, porque decíamos se conecta profundamente con nuestra joven espectadora, con su deseo de conmoverse, sus gustos)… Pero inmediatamente que uno pensaría todo eso, la publicidad también nos refriega una imagen-cliché del crítico de cine diciendo, en versión ridículamente estereotipada, que la película es una “típica película rosa y que bla bla bla…”. Pero no hay empate entre “clichés”; porque el estereotipo del crítico es mostrado más ridículamente y violento con respecto al primer plano de la chica lagrimeando, notablemente emocionada… Y luego la voz de Coca-Cola (mostrando el lema de la publicidad) cierra la situación con un imperativo y a la vez simpático “Necesitamos menos críticos”. Cinismo puro, porque amparada en una imagen del crítico como desconocedor y negador de las emociones, de la sensibilidad, y riéndose de eso, la publicidad nos muestra su paraíso, su mundo de sensaciones y experiencias siempre mediadas por imágenes-clichés, capturadas por estereotipos, por imágenes de cómo deben ser… Todo el tiempo escuchamos: no te preguntes nada, éste es el mundo de las sensaciones, no otro… y lo que atente contra ese paraíso será ridiculizado y anestesiado, mostrado como enemigo de tu sensibilidad, tu experiencia…

7. Otro modo, entonces, de restringir el cuerpo. Nuestro cuerpo, como superficie a ser afectada de infinitas maneras, queda amputado entonces cuando es afectado por imágenes creadas y enlazadas entre sí con la intención de volverse interfaces o modelos de conducta y de lectura del resto de las afecciones de las que somos capaces. Esas imágenes (afecciones) se imponen como organizadoras del resto, se cuelan –ya separadas de su contexto, ya ofreciéndose como mercancía, como modelo o parámetro- queriendo hacer pasar ellas, por su molde, el resto de las huellas y marcas que las fuerzas del mundo nos dejan. Ordenándonos, indicándonos, qué huellas leer, a qué darle bola –y cómo- de todo lo que nos afecta…

8. Sería, entonces, estéril y conservador, restrictivo, negar la potencia y la realidad de las afecciones-imágenes por el hecho de no hay nada en ellas que las salven de devenir cliché, de volverse estereotipo, de querer establecer una nueva moral… Y también sería restrictivo, entristecedor y empobrecedor no activar, todo el tiempo, parámetros propios de lectura de las huellas que se imprimen en nuestros cuerpos, un propio sistema de jerarquización y lectura de las fuerzas que nos afectan, para intentar evitar que introyectemos parámetros ajenos, para evitar inmanentizar (como si fuera una interfaz instalada en nuestro propio sistema operativo, en nuestro propio cuerpo) criterios trascendentes que regulen nuestra relación, nuestros choques y encuentros con las fuerzas del mundo.

                                                                By    Mr. Ignacio

lunes, 1 de marzo de 2010

Tu belleza es como un resplandor...






Notas sobre una escena del film Bastardos sin Gloria (Tarantino, 2009) y una publicidad de Coca Cola Light Necesitamos menos críticos (Young and Rubicam, 2009)

Es una de las escenas finales del film Bastardos sin gloria (Inglourious basterds, 2009. Quentin Tarantino), el francotirador héroe del nazismo en las luchas en tierras de la URSS asiste a una avant-premiere de un film sobre su hazaña el orgullo de la nación (Nation´s Pride). Es una función de gala, todos los dioses del nazismo se encuentran allí. El contexto histórico es Francia durante la ocupación. Frederick, el soldado en cuestión es glorificado en la pantalla por su sacrificio en pos del Reich. (Joseph Goebbels  maneja el aparato cultural nazi…el film servirá para glorificar al régimen y para impartir mística y adhesión). El joven héroe (encantador y bello como una star del cine  de los años dorados de Hollywood) muestra su lado humano en su intento de conquistar a una joven francesa, Emmanuelle. Una joven judía que de pequeña logro sobrevivir a la matanza de toda su familia en un pueblo campesino. De grande logró inventarse un pasado y administra un cine “heredado” de sus tíos. Piensa que el contexto de la proyección del orgullo de la nación, es ideal para un atentado. Una vez que los nazis estén dentro de la sala de proyección trabará las puertas y prenderá fuego el cine –todo con la colaboración de su amigo negro, el proyeccionista- …lo hará usando a las cintas fílmicas, el material es muy inflamable. Está en la cabina controlando el proyector, se ven los festejos de los nazis ante las imágenes de la victoria…el héroe dispara a los rusos desde su refugio. Frederick va a buscar a su amada, golpea la puerta, intenta pasar amablemente. Emmanuelle lo rechaza con excusas, él se violenta…sale a la luz su rostro violento por primera vez ante su amada…A mi nadie me ignora…puedes pregúntaselo a los mas de 300 rusos que asesine. Ella lo invita a pasar, pero le pide que cierre la puerta. Cuando se da vuelta  saca de su cartera un revolver y le dispara varias veces por la espalda. Frederick vestido con su impecable uniforme blanco de gala repleto de medallas de honor cae al piso temblando. En la cabina hay miles de cintas, el proyector continúa emanando una tenue luz azul hacia la pantalla.Emmanuelle ve a Frederick en el piso, lo cree muerto se acerca a controlar la función, mira las escenas de la batalla. Una imagen muestra a Frederick sentado, afectado por la guerra…la imagen en blanco y negro que devuelve la pantalla es bella, Emmanuelle se conmueve (lo vemos en sus ojos, lo anuncia la dulce melodía que musicaliza esta escena y que crea la atmósfera romántica). Movilizada por esta imagen viva y emotiva  se acerca a Frederick - el Frederick real- que tose y se mueve despacio,  ella le pasa la mano suavemente por el brazo…está vivo. Se arrodilla ante él y tomándolo del brazo intenta darlo vuelta. En ese instante Frederick agonizando muestra su pistola y le dispara. Es una escena propia de una tragedia sofocliana…Emmanuelle empujada por la fuerza de los disparos da contra una pared y luego se derrumba, cae de costado…Ambos están muertos en el piso, en posiciones opuestas…ella muere con los ojos abiertos y con un gesto de asombro que se manifiesta en su rictus. De fondo se ve al protector que emana su tenue tubo de luz…
Esta escena es fantástica desde lo estético (los colores son magníficos), pero también por hacer ingresar una estructura narrativa dentro de otra. Una escena propia de un film de amantes del cine de Hollywood dentro de otro film, o mejor dicho dentro de un cuarto de proyección de un film. Así nos muestra Tarantino su visión del cine y del arte, en la escena en cuestión, las cintas fílmicas servirán para incendiar el cine. Una metáfora de lo que significa el séptimo arte para el director. Una materia maleable, un juego de imágenes, de sobreimpresiones, de cuadros dentro de cuadros y una concepción del arte muy posmoderna  que parece deglutirlo todo; la vida, pero también las representaciones cinematográficas de la vida. El pastiche en el que ingresa todo –fragmentado- (el cine, los cómics, las novelas, la historia…todo recortado y pegado allí….perdiendo sus jerarquías, en fin, la cultura pop. El arte después de la pérdida del áurea.). Pero aquí nos interesa otra cuestión, la escena que describimos habla de la experiencia de ver cine. Da cuenta de la verdad del cine, de su sentido que no es otro que conmover y emocionar. Emmanuelle mira la pantalla y se conmueve con la imagen espectral de Frederick, una imagen bella, que la afecta y la moviliza. Esa imagen descarnada que sobrevive al cuerpo real –que yace “muerto” en el cuarto de proyección- es una imagen resplandeciente que tiene efectos emocionales en el espectador. A Emmanuelle no la conmueve el Frederick real, sino su imagen cinematográfica, fantasmal. Hay un magnetismo en la pantalla…hay un halo mágico…hilos invisibles que nos envuelven y nos afectan…-enredándonos- ¿ondas sensibles sobre ondas eléctricas? Conectándose a nuestras fibras sensibles, a nuestros nervios. Parece que el arte posmoderno, de repetición, serialización, superficialidad y vacío- no perdió el áurea, sino que gano un alma. No solo las empresas parecen tener un alma (Como nos diría aterrándonos el viejo Gilles Deleuze, en su descripción de las sociedades de control), sino que también las imágenes. Lo ingrávido gana peso (parece un oximoron), y lo corporal se invisibiliza. El cine funda una realidad. Esta escena nos muestra la verdad, lo real de esta técnica moderna. Pero no estamos en lo cierto si decimos que esto es particular de la experiencia del espectador de cine, vayamos más allá. Hablemos de la experiencia del espectador de imágenes. Sigamos pensando el estatus de la imagen. El año pasado circulo una publicidad de Coca cola (versión Light) Necesitamos menos críticos (Cielo, Young and Rubicam, 2009). Una joven esta en el cine viendo una película romántica (a pop corn movie). La escena muestra en un film blanco y negro a una pareja que se besa bajo un aguacero. Ella sostiene en sus manos el objeto erótico; la botella de coca cola Light (el elixir de la Coca Cola company para adaptarse a los indoloros tiempos posmodernos). Un primer plano muestra a la chica llorando y sonriendo, realmente conmovida por lo que muestra la pantalla. (Sueña con que su rollo sea…películas de amores suaves). En su rostro se reflejan las luces del film. De fondo una voz en off de un crítico de cine comenta que el film es un bodrio “la típica película sobre una muchacha enamorada”. El spot finaliza con el slogan Necesitamos menos críticos. Se pierden en el vacío las palabras del critico, todo ese discurso esta de más; solo tenemos que Vivir mas liviano, abandonarnos a las potencia de las imágenes, dejarnos llevar por las emociones. Se ve el desfasaje entre la emotividad de las imágenes y el gesto culto del crítico. De nuevo; la pantalla nos sensibiliza, la imagen es el objeto erótico. Estamos en el imperio de las emociones. Aquí vemos como la sociedad erótico-publicitaria hereda esa “verdad” que evidenció el cine. La maquina publicitaria heredera en el arte de la imagen del cine y vanguardia estética contemporánea –off course, vanguardia institucionalizada-. Se trata de conmover, emocionar y movilizar los cuerpos. Erogenizarlos y convulsionarlos (con violencia o con clichés románticos). Nos sentimos desnudados en la pantalla, vemos nuestros estados de ánimo reflejados allí, capturados. La publicidad codifica las emociones y las cristaliza en la pantalla. Eso explica ese magnetismo de la pantalla del que hablaba Andy Warhol.

      Pero ¿Cuál es la materialidad de la imagen publicitaria-mediática? La imagen se mezcla con la materialidad de los afectos, los flujos deseantes y las memorias corporales-esos malditos espasmos…- La imagen publicitaria codifica intensidades, hereda los registros y las formas del arte; los bloques de sensaciones. Esto es central; las imágenes no son representaciones exteriores, ajenas a nuestra vida. (Son más bien nuestro espejo siniestro, deformado o exacerbado por los agentes del neuromarketing…) Si lo serían no tendrían ningún efecto sobre nuestros cuerpos. De nuevo; la imagen cinematográfica -como la publicitaria- cristaliza y sedimenta sensaciones, las deja atrapas en la pantalla, en el estereotipo. Allí hay vida cautiva. Por lo tanto la materia de estas imágenes son las sensaciones, las afecciones. Esas imágenes –del cine o de la TV- nos enseñan a amar, a relacionarnos con los otros, a adquirir estilos de vida aceptados socialmente, a utilizar los signos imprescindibles que serán como credenciales para ingresar al mundo social legítimo. Toda una ortopedia social mediática. Así como Warhol hablaba de cómo el cine nos había enseñado a amar, a besar, a imaginar, hoy en día esa posición de privilegio parecen tenerla los brain builders publicitarios. En la década del 50 y el 60  James Dean, Marlon Brando o Dustin Hoffman fumando un cigarrillo, vestidos con ropa de cuero creaban tendencias, modos de vida; conductas (o para no ser tan pesimistas, expandían las ya-existentes). En la actualidad las publicidades muestran al joven con el cuerpo o la ropa adecuada, con el celular adorado, con las zapatillas que otorgan el free pass al mundo juvenil. También vemos como opera la razón cínica en las publicidades, invisibilizado o negando que los estereotipos que maneja –y a los cuales apela para sensibilizar- son con anterioridad creados por ellos mismos (o por la cultura mediática-espectacular) una especie de autopoiesis del sistema publicitario. La pareja de amantes, la lluvia, la chica abandonada, todo lo obvio que da resultado -todos los elementos del montaje- hablan de un mundo real extra-publicitario creado por sus efectos de sentido. Esa chica del spot llora en el cine conmovida por lo que los films de Hollywood le dijeron (mejor dicho, nos dijeron) que debe ser una historia de amor. En el film de Tarantino o en la publicidad de Coca Cola las imágenes operan de la misma forma; con-moviendo. Apelando a la proximidad afectiva espontánea de la que hablan los publicistas. Pero como decíamos, las imágenes moldean frustraciones, deseos, angustias…anhelos. Quizás de los que se trata es de hacer que nuestros sueños y nuestros anhelos no puedan ser fácilmente rastreados y congelados en una pantalla. O de volver a unir el cuerpo son su fantasma, en pocas palabras; que nos sensibilice y nos afecte el cuerpo real agonizando en el piso y no únicamente su espectro mediático.

domingo, 21 de febrero de 2010

Las hostias de Lucifer







Preguntas y desafíos generacionales sobre el comer y la estética de nuestro tiempo, a partir del film “La Gran Comilona” (Coproducción ítalo-francesa, dirigida por Marco Ferreri -1973-) 


Hace unas pocas semanas vi “La Gran Comilona” y me pareció uno de los peores aquelarres imaginables para nuestro tiempo. Un ritual diabólico, para aquellos embelezados con el resplandor del arquetipo de cuerpos sanos y bellos, hoy en día hegemónico. ¿Cuántas veces ofrecemos galletitas en el trabajo y nos dicen “No, no, ¿Qué querés, que salga rodando…?” ¿O las mujeres que se pesan todos los días? ¿Y nunca te pasó que cuando salís con alguien, casi no come, como si fuera un pecado,  y un gesto heroico el poder abstenerse?
Hoy la comida aparece como un sacrilegio, aunque inevitable y necesario. Sin comer nos morimos, pero según como lo hagamos, puede hacernos horribles o enfermos. Además, no solo necesario, sino que comer es algo placentero, un gusto de los más preciados y sentidos. Es más; ¿Cuantas culturas tienen en alimentos –el maíz, maná, trigo, arroz- sus elementos más sagrados? El miedo siempre latente frente al comer, puede derivar en obsesiones y conductas lacerantes. No solo por la bulimia y anorexia –las mas conocidas- sino por otras, tales la vigorexia (obsesión por un cuerpo fibroso) o la ortorexia (excesiva preocupación por la calidad de los alimentos); y a todo esto no olvidamos la obesidad y -fundamentalmente- la pavorosa hambruna a nivel planetario.
El comer en su ambigüedad -necesario pero peligroso, aunque también placentero- es algo a pensar urgente por la angustia y sufrimientos que provoca en nuestra época. La gran comilona como fiesta donde la comida aparece como la gran vedette, nos sirve como reverso de todo lo que vemos cotidianamente. La percepción de la comida como problema, por más que sea generalizado, habita más en las mujeres que en nosotros los hombres. El ideal de poseer una buena figura, en parte, se embebe de un patrón estético deseado por nosotros.  Mas allá de que se busque que esa figura sea consagrada o no al hombre, es la imagen a alcanzar, que brinda prestigio y satisfacción. Pero el reconocimiento masculino juega un rol insoslayable. Hago esta aclaración no desde una culpa, sino para marcar la cancha y mostrar el lugar de quien enuncia. Y que cualquier reflexión e intervención debe tener en cuenta el lugar que cada uno tiene en este dispositivo.

1. La gran comilona es la congregación de un grupo de amigos en una casona en una ciudad extranjera. ¿El plan? Comer, comer y comer. Ceremonia que realizan periódicamente –una vez por mes- pero en este caso será distinto: deglutir delicias hasta no aguantar más y perecer; morir gozando. ¿El motivo? Pareciera ser una vida aburrida, rutinaria, sin expectativas ni aventuras. Miembros de una burguesía sin encanto por la existencia, se toman un recreo donde disfrutar de lo que mas le gusta: comer. Pero también asoman otros placeres, como la música, las mujeres y los automóviles,  completando un collar de goces, donde el comer es siempre la perla más preciada.
En el frenesí de los días festivos se borronean los perímetros temporales; Cronos se embriaga, y como en el cuadro, los relojes de derriten. El tiempo del trabajo implosiona y los nuevos compases los marcan el tener o no tener ganas de comer. Pero este vértigo se desprende de una clara organización: división de tareas, conocimientos, roles y pautas de comportamiento. El cocinero que confecciona monumentales platos para degustar; el sistema de proveedores que arriban a la casa para entregar insumos para preparar las comidas; hasta el personaje que conoce la calle y va en busca de prostitutas.
La gran comilona es un ritual libre. Aquel que ingresó se puede ir. Nadie es retenido por la fuerza. A su vez, no siempre hay unidad de criterio y surgen entreveros, en casos tales como si es pertinente o no la invitación de mujeres, o hasta dudar y llegar a defenestrar el sentido de haberse encerrado allí para comer y reventar.
Apropiándonos de Bataille, podemos decir que para los cuatro comensales (Philip, Hugo, Marcelino y Michelle) la comida es algo así como un objeto erótico. La comida como aquello que despierta importantes grados de placer promoviendo una festividad donde los contornos de lo cotidiano se borronean y se entablan nuevas fronteras. Encontramos en el gozo por el comer, la apertura de un proceso mas profundo que tiene que ver con la alegría y sentimiento de plenitud que se vive en el jugar carnavalesco. La comida ocupa ese lugar por su belleza y esfuerzo de seducirnos (actitud femenina). La estética de la comida no solo por su aspecto, sino por su aroma, tacto y fundamentalmente, gusto. La comida despertando un gran frenesí y vértigo festivo, trastoca el principio de individualidad. Se transgrede el todo los días del trabajo, las relaciones familiares y el andar por la gran ciudad (Un claro ejemplo en el film, es cuando todos los hombres comparten para dormir la misma cama con la misma mujer). Se despierta un enorme caudal de energía a lo largo de los días. La plétora es esta acumulación de energía en los cuerpos previa a su explosión fruto del la festividad erótica; y estos cuerpos que desbordan energía, se van gastando, erosionando y por algún lado explotan…  Estos cuerpos que encerrados, comiendo y comiendo, son otros, también siguen siendo los mismos de siempre. Sus cuerpos no pueden tolerar el vértigo de la comilona y sus organismos empiezan a descarrilar. Poco a poco, los comensales empiezan a perecer. Las prostitutas previendo este panorama, se van poco menos que espantadas. Tildan de locos y enfermos a los comensales. ¿Pero podemos llamarlos hombres irracionales? Justamente, una de las cosas que más horror genera, es apreciar que detrás de un desenfreno, hay mensurabilidad, cálculo. Ilustrativo se muestra el final de la película, donde en medio de la agonía y del último respiro del único sobreviviente que había quedado en la casa, está llegando un pedido, una nueva carga de comida, señalando como detrás de “la locura” hay “sistema”.
Pero hay una mujer para la cual no es algo inconcebible lo que se vive en esa casa, sino algo agradable y divertido. La maestra –arquetipo de lo racional y mesurable- forma parte de la festividad ocupando un rol clave. No solo es un objeto erótico mas por ser mujer sino por su amor a la comida y el degustar. Para la época misma de la película, ya su cuerpo se encuentra en detrimento de las prostitutas; pero comparte el placer de la comida con los cuatro hombres como ninguna... De ahí que su estética y actitud femenina, provengan de un cuerpo rellenito, cachetona, con panza y piernas gorditas. Una escena paradigmática es cuando se desnuda de la parte de abajo y se sienta en un gran pastel, y empieza a jugar con pedazos de torta por el cuerpo; el cocinero embriagado de alegría le hace cosquillas en los glúteos y vemos como estos bambolean enérgicamente. Empero, Andrea no solo devora los diversos platos, sino que también incita a seguir comiendo cuando los cuerpos empiezan a desmadrarse. No solo ocupa el lugar de objeto erótico, sino casi de chaman, en tanto acompañante de los comensales para poder seguir con su ritual alegre. La experimentación con el comer y comer empieza a torcer lo que esos cuerpos pueden. Aparecen los retorcijones, diarreas, dolores en el estomago y problemas varios. La atmósfera se tiñe de un aire lúgubre, y la maestra será una guía y paliativo frente a este clima oscuro; no solo incitando, sino con cariño y hasta ternura, cuando emergen las previsibles consecuencias…

2. ¿Una mujer que resulta atractiva por que es gordita? ¿Una mujer que incita al comer y comer? ¿Cómo será visto hoy esta maestra, por especialistas médicos, representantes de modelos, nosotros los hombres, pero fundamentalmente, la mayoría de las mujeres que conocemos? Provoca sensaciones intensas y fuertemente ambiguas: risa, asco, horror; acciones espirituales que emana de la percepción de una situación absurda, inaudita, siniestra y por momentos insoportable. ¿Pero por que? ¿Cuál es el motivo para que asome lo absurdo pero también lo monstruoso en esa carita candorosa, de cachetes colorados, que simplemente sonríe cuando come y come? Puedo ensayar una respuesta: blasfema el ideal estético anhelado hoy día. Muchas festividades y carnavales han sido percibidos históricamente como lo ominoso, al transgredir e invertir normativas sociales. La inmanencia misma de la metamorfosis de lo cotidiano lo provoca. Pero no es menor los catalizadores que la desencadenan, sean sus objetos-talismanes, símbolos y enunciados. La gran comilona toma un elemento como la comida, brindando placer y orgullo, cuando hoy día es algo profanador del áurea soñada. Un mismo objeto puede portar diversas imágenes, según quien la perciba. Si para el film la maestra goza con el comer, para muchas mujeres de nuestro tiempo –y también hombres- la comida reluce en la película con un fulgor demoníaco. Si en el medioevo se celebraba culto al anticristo alrededor de un crucifijo invertido, pensemos hoy un afiche callejero de Araceli González, en plena avenida Corrientes, donde aparece obesa, con celulitis y estrías, devorando un enorme alfajor de chocolate chorreando dulce de leche, y un aren de hombres alrededor deseándola y comiéndosela con la mirada…
Pero al mismo tiempo ¿La maestra de la peli no hace algo que todas quisieran hacer, comer sin culpas? ¿No es algo deseado la comida? ¿No es rechazado el carnaval luciferino de la gran comilona por que juega con una tentación permanente, que provoca innumerables esfuerzos de rechazo? La gran comilona espanta como fiesta negra, pero por que es provocada por el uso y apropiación de un objeto erótico para ellos como es la comida, siendo hoy ese uso algo herético de la promesa social de reconocimiento hegemónico, como es un cuerpo flaco y sano. Bien arriba, dije que la comida es hoy algo ambivalente: por un lado es necesario y a su vez placentero, pero al unísono es observado como algo dañino. De esta ambivalencia nace el asco por una mujer como la maestra: no solo por lo caótico y desenfrenado de una fiesta, donde al experimentar con el cuerpo de una forma extravagante, siempre emergerán dolores y sufrimientos. Pero el estremecimiento para los ojos contemporáneos, el refusilo lacerante que brota de Andrea, es oriundo del uso de algo como la comida que hoy día es, por un lado deseado, pero al mismo tiempo fuertemente rechazado. En medio de los esfuerzos por reprimirse, la culpa que emana de actos pecaminosos como una cucharada de más o una porción de algo muy cargado en calorías, aparece una godita, feliz y muy jocosa, siendo el centro de la atracción y gozando de un prestigio hoy anhelado, en medio de un torbellino de descontrol y muerte.   

3. La obsesión por la comida puede provocar conductas y trastornos dañinos. Pensemos en la bulimia. Ritual donde se come para expulsar. Toda una gama de conocimientos, organización y pautas de comportamiento; un experimentar con el cuerpo: aprender como incitar el vomito, que cosas se deben comer, o que tipos de medicamentos consumir para regular el metabolismo digestivo. Una ambivalencia entre el placer de comer y saber que expulsándolo no afecta la fisonomía, pero una culpa por la falta infligida. Con el correr del tiempo, esta gimnasia empieza a provocar trastornos y deterioros orgánicos. Empieza un vertiginoso espiral donde este experimentar subordina todo otra cosa que se haga. El primer placer se marchita y empieza una desesperación por una vida que se va escurriendo.
¿Que diferencia hay entre esta posibilidad de un existir que se apaga en la gran comilona -peli italiana de principios de los setenta-, con una patología social como la bulimia? Si nos impacto tanto la gran comilona fue por ser el reverso de nuestro tiempo en muchos sentidos. La gran comilona es una fiesta donde el comer es la manera de finalizar un vivir marcado por el ascetismo y lo gris de una sociedad marcada por el recato. La bulimia puede terminar de la misma manera, pero por una búsqueda de una estética hoy dictada por los mandatos de la cultura posmoderna. El primero es algo que busca escapar de su vida y su tiempo; el otro un esfuerzo hercúleo para entrar y ser aceptado en el mismo. Podemos decir que la gran comilona termina con una vida tediosa, reactiva y venenosa, desde una valoración de la vida distinta de ese existir. Perdón ¿Como decís? ¿Que por que no siguieron viviendo, pero intentando crear un ámbito donde puedan plasmar un existir donde explote el regocijo? Puede ser, pero no somos nadie para decir que se debió haber hecho... A su vez, la bulimia como algo que desde los valores dados, se busca alcanzar aunque requiera dolores y pesares desde esos mismos valores. Podemos decir que es reactivo, pero no podemos decir mucho ni caer en sermones de especialistas. No podemos apelar a manuales de buena conducta.
Pero si es necesario hacernos preguntas, plantear interrogantes y disparar algún desafió. No podemos dejar de pensar que placeres, goces, creencias y sufrimientos circulan por nosotros; ¿Que maneras y formas de experimentar la vida estamos dispuestos a aceptar? Conozco mucha gente con inconvenientes de este tipo –seguro que vos también- y lo que prima es: la falta de respuestas para dar, que hacer, a quien recurrir, y la soledad frente a lo ocurrido. Una situación bastante similar en la que nos encontramos en muchísimas circunstancias de nuestra vida; miedos, incertidumbre, desesperación, vacío. Como un monstruo mitológico que nos atrapó en sus fauces, nos mastica, pero no nos termina de escupir ni de tragar… A esa fiera la podemos bautizar angustia. No sabemos bien que pasa, estamos confundidos, nos carcome la impotencia. Nos gana el bajón y desaparece la iniciativa. Nos dejamos estar. Si, todo esto es cierto; pero también puede ser una oportunidad. Como decía Kierkegaard, la angustia es algo oprimente, pero que al mismo tiempo abre diversos posibles. Llegado un punto sabemos que así no podemos más y nos empezamos a hacer preguntas y se desnaturaliza lo dado. Alborea una nueva libertad. Tocamos fondo y decimos “Así no va más”, “Basta”, “Se terminó”. Pero si como respuesta y nuevo andar nos intercepta la culpa, y privatizamos lo que nos afecta y nos sentenciamos como los únicos responsables de ello, estamos igual de pedidos. ¿Realmente nos vamos a creer que somos una generación que nació con un game over sellado en la frente? No puede aparecer la misma sociedad opresora dando sus medicinas y bálsamos para las mismas heridas que nos abre…  Hay otras formas de vivir y estar en el mundo, acorde a lo que nos gusta y nos hace sentir bien. Ahí aparece la fe como fuerza transformadora de que podemos ser otra cosa. Creer en otros posibles, y con un esfuerzo titánico no caer en la tentación de la culpa: que solo podemos ser lo que somos, y si somos infelices, nosotros mismos somos su explicación. Pero ¿Qué cosa deseamos ser? ¿Cuáles son esos posibles? ¿Cómo no caer en la culpa? No puedo responder eso solo, y menos todavía es solo cuestión de voluntad. Pero haber visto esta película, haber imaginado ideas, hacernos preguntas, empezar a salir del encierro, la vergüenza, y los miedos, ya es importante. Pero de algo podemos estar seguros: que muchas de esas respuestas podremos leerlas en las marcas que nos imprime la época en nuestros cuerpos. Muchas de estas preguntas generales, de afecciones comunes, nos impondrá un esfuerzo de lectura propio  y hacer compartido. Algo que no parte solo de la voluntad, sino de los recursos que más tenemos a mano; y paradójicamente, alguien que supo experimentar, tomar su cuerpo en sus manos y remoldear algo como el funcionamiento de un aparato digestivo, porta una sabiduría nada despreciable. Se trata de otros valores, otras relaciones, nuevos deseos y la creencia y la fe en nosotros mismos de que tenemos derecho a existir y ser otra cosa. ¿No estamos cansados de comentarios tales como “Che, estás más panzón”; “No, hoy no, estoy haciendo dieta”; “Que boluda, no dejés el gimnasio”; “Ja, ja, ya tenés canas…”? Pregunto: ¿Solo somos una imagen?
La gran comilona como reverso de lo actual, es justamente la transgresión profana que toda imagen sagrada necesita para ser puesta en duda, y demostrar una vez más que en el fondo todo es una apariencia, y que lo real desborda y consume en su ardor cualquier representación de lo dado.

                                                                            By Andrés.


Textos utilizados:

“El Erotismo”, de Georges Bataille.
“El Concepto de la Angustia”, de Soren Kierkegaard.

jueves, 14 de enero de 2010

El club de los suicidas













El club de los suicidas puede ser catalogado como un Thriller policial gore. Estamos en medio de una ola de suicidios de jóvenes en la ciudad de Tokio. Kuroda, Un inspector de policía intentará resolver el enigma (con pedazos de piel tatuada y un bolso blanco como elementos invariantes en la escena del crimen) El misterio lo llevará a investigar en Internet a un grupo denominado “Club del suicidio”. (Este párrafo puede estar en el dorso de la caja del DVD o en la reseña de los estrenos cinematográficos en algún suplemento de espectáculos de un diario).


Ya desde el inicio del film (en su primera escena) sentimos un frío glacial que nos recorre la nuca, el pinchazo nos hace sobresaltar. Una música apacible de fondo, una cámara distraída en el metro de la ciudad de Tokio muestra a un grupo numeroso de colegialas que bajan por la escalera, intercalándolo con un tren que se acerca desde un túnel oscuro. La escena muestra a parejas con hijos pequeños, trabajadores volviendo a sus hogares, y de nuevo se detiene en lo que parece ser una conversación banal entre un grupo de jóvenes con uniforme escolar, los altoparlantes de la estación anuncian Expreso a Tokyo entrando por la ruta ocho…Por su seguridad por favor permanezca detrás de la línea amarilla. Una larga fila de colegialas parece ignorar el consejo de seguridad, como en un paso de ballet clásico se aproximan al borde del andén. La cámara muestra a los zapatos negros con medias blancas de las adolescentes, de nuevo suena una música apacible, mientras el tren se acerca se toman de la mano, el tren se acerca a toda velocidad tocando bocina y haciendo luces, pero las jóvenes gritando al mismo tiempo el “a la una, a las dos” de los juegos infantiles, mueven juntan sus manos entrelazadas y se arrojan a las vías del metro. Después todo se sumerge en sangre, se oyen los gritos de pánico de los que viajan en el tren y de los que esperan en el andén…un bolso blanco descansa en la escena de la tragedia sobre una mancha de sangre que se expande por el suelo. Este es el acontecimiento que da inicio al film. Nos enteramos mas tarde que 54 estudiantes se arrojan a las vías del metro.
Como dijimos anteriormente, no nos interesa seguir el argumento policial del film (los misterios, la trama detectivesca…), sino los inquietantes escenarios que plantea. La mirada oscura a las sociedades asiáticas del milagro neoliberal.

El virus se propaga y adhiere deseos, se contagia como un bostezo. Un contagio especular, por actos reflejos. Por las teletecnologias y las pantallas de la Web 2.0 sobrevuela el ritornelo de un enunciado inquietante: Suicidarse esta de moda. La ola de suicidios colectivos tiene como protagonistas a los jóvenes. Con los efectos de la sugestión se van encadenando las voluntades. Se despliegan en silencio las ondas sensibles que navegan las películas anímicas de la sociedad. Un grupo de jóvenes están en la terraza de una escuela…parece ser un recreo. Sentados en ronda, de forma banal (una banalidad que nos atemoriza) hablan de los suicidios ¿Y si nos suicidamos todos?, dice entusiasmado el joven de camisa y corbata, Si… contestan alegres los demás, somos el club de los suicidas…Salen corriendo y se paran en fila al borde de la cornisa del edificio escolar…se toman de la mano y saltan… Parecen suicidios lights. En nada se asemejan a la imagen del suicida heroico (aquel que se quita la vida de manera solemne) ni al paso final al abismo sin retorno del depresivo crónico. No estamos viendo la actualización de ritos ancestrales de las culturas orientales como el harakiri...Nada de eso, no son “suicidios reflexivos”.Los adolescentes (así presentados en los noticieros…) se suicidan con la liviandad de una acción cotidiana en las sociedades de consumo contemporáneas. Sus rostros se alegran, parecen divertirse con la idea…si nos detenemos en las escenas previas a los suicidios podría tratarse de un grupo de chicos que se exaltan porque van a concurrir a un Shopping o por que van a comprar un nuevo teléfono celular. Así se quitan la vida. Y esta bien decir que se la quitan, parecen sacarse de encima algo…un peso que quizás no tiene mucho sentido sobrecargar. Se suicidan, se desactivan del mundo espectacular….la vida no parece tener el barniz de lo sacro, la abandonan apretando delete en un teclado. (Empleando quizás la misma energía y los mismos deseos con los que navegan por la red…). Las escenas de los suicidios colectivos muestran la perdida de peso del cuerpo, concebido como un hecho estético, como un objeto de consumo…que puede ser desechado.

          Pero el film de Sion Sono no aplasta estas inquietantes escenas con imperativos morales asfixiantes. Quizás recordando en el tratamiento del “mundo adolescente” a la cámara-no-prejuiciosa de Gus Vant Sant, persigue y retrata estas situaciones sin interponernos la malla ética. O al menos, no de manera agobiante. Sin dudas, la cámara persigue (lo mismo que los detectives que pretenden esclarecer el fenómeno…) y se asombra por estos suicidios sin sentido aparente (o tal vez con un sentido demasiado evidente y cercano… encarnado en la época). Sin este tratamiento moral, la desbaratadora pregunta de ¿Por qué se suicidan los jóvenes? nos empuja a seguir el minuto a minuto del film planteando hipótesis febrilmente …
La escena del suicidio colectivo en la terraza de la escuela también nos deja otro anzuelo de sentido… ¡Que intensidad! exclama extasiado uno de los jóvenes subido a la cornisa, con el viento rozándole el rostro…En ese salto esta la posibilidad de la experiencia. Hay una búsqueda de la experiencia, una recuperación espasmódica (a los golpes) de la sensibilidad corporal, tan capturada en la era híper-mediática, en la era del olvido del cuerpo. Lo que Baudrillard denomina Disimulación Brutal (como las de los terroristas que se inmolan…pareciendo agujerear la espectral sociedad del simulacro). Esta búsqueda abrupta y atropellada de la sensibilidad deviene en una de las patologías adolescentes mas frecuentes en EE.UU. Recuerdo haber leído la patología cutter. Adolescentes que se cortaban las venas y otras partes del cuerpo para ver y tocar su sangre. Para “recuperar” el dolor físico de esas pieles anestesiadas, para agujerear la malla impermeable que crean las maquinas mediáticas sobre la superficie epidérmica. Esa malla que se asemeja a una capa de cera que ya-no reacciona ante el dolor. En las entrevistas con los psiquiatras, los jóvenes norteamericanos decían que se laceraban y se herían para ver si sus cuerpos era reales…Esta búsqueda de la intensidad se conecta con la laxitud, la indiferencia y la soledad de las vidas jóvenes en las sociedades híper confortables. Otro eco se escucha en el film, “Esto es producto del aburrimiento de los jóvenes”. Todo el aparato de especialistas “rehabilitadores” (médicos, psiquiatras, policías, periodistas) se sienten incómodos porque no pueden detectar el origen traumático de los suicidas. Solo vemos en la televisión los efectos reales…esta el síntoma pero no podemos dar con el trauma.
Pero otro de los giros en el guión del film, nos lleva a plantear otras interpretaciones de los suicidios. En un momento de la investigación policial, Kuroda da con un grupo que opera en la red (Internet es el terreno en el que transcurre gran parte de la película) y que se hace llamar “El club de los suicidas”, llegando aquí pareciera que hay un giro hacia la clásica teoría conspirativa (El grupo que manipula y controla a los jóvenes induciéndolos a la muerte…) Sin embargo, este escenario se va a desmantelar nuevamente. Cuando detienen al líder de este clan (un joven con estética posmoderna…flog, andrógino, pelo teñido, piercing…) grita a la cámara de televisión “Soy el Charles Manson de la era de la información”. Se lo nota feliz de aparecer en la pantalla, ese era su cometido; lograr la fama mediática. Acá vemos como opera la lógica espectacular, como se monta sobre los deseos sociales de fama…como la pantalla sujeta y encandila con su magnetismo. Antes habíamos visto al grupo de jóvenes en “la habitación del placer”, un cuarto plagado de cuerpo humanos y animales (vivos en estado de  agonía…) envueltos en bolsas blancas como animales cazados. Y los jóvenes que dan rienda suelta a sus deseos mórbidos y perversos…violando y asesinando a las presas humanas. Todo transcurre en una habitación en penumbras, filmado por una web cam.

Pero también podemos pensar otra lectura para el interrogante. (Ninguna de estas opciones de interpretación es excluyente…todas se sobreimprimen.).
La sociedad de la hiperconexión, de las infinitas redes digitales globales, es soportada por un estado de soledad y de indifencia. En este terreno de conexión digital y desconexión sensible, el suicidio se presenta como la posibilidad de un rito colectivo de unión, de conexión sensible. En la mezcla entre los impulsos electrónicos y las ondas sensibles expansivas del suicidio teen, se encuentra el momento de proliferación y de contagio de una moda. Pero también en el comienzo de estas acciones se puede encontrar la necesidad de una experiencia religiosa. Quizás, los suicidios empiecen como una oportunidad de conectarse en un plano sensible diferente (“Nos suicidamos todos juntos”, la idea de “el club suicida”), y luego eso mismo que comienza como la posibilidad de unirse deviene nuevamente (por la captura mediática y publicitaria) en una moda juvenil que vuelve a desconectar.  La escena inicial con el suicidio colectivo en el metro de Tokyo muestra este momento sagrado. En esta ritualizacion colectiva de la muerte esta presente no solo una fascinación por esta acción (la muerte violenta tiene su carga de erotismo), sino también la creencia de estar conectándose en otro plano. La celebración sagrada; la fila enorme de jóvenes que saltan tomados de la mano, y la noción de juego que parece estar presente… (El juego como la secularización de un rito sagrado…). Pareciera desde esta lectura que no se trata solo de la acción nihilista de un grupo de jóvenes apáticos. Quizás, sí el nihilismo activo de los que quieren destruir un mapa social de sufrimiento e indiferencia. Esto se escucha en las voces en off de un grupo de niños: “Si estamos conectados con los otros no hace falta vivir”, ¿Por qué fuiste indiferente al dolor de los otros? ¿Por qué no lo sentiste como propio? Eres cruel.  Varios suicidios son acompañados por la música de un grupo musical de chicas “las Dessret, el grupo de moda”. Los clips musicales de este grupo están presentes en todo el film, sus canciones y su estética parecen encerrar mensajes subliminales…Un video que no para de rotar…una banda pop-infantil hablando de una nueva sensibilidad… (En la anónima sociedad de la información…). La ubicuidad de la banda pop infantil (seguida por audiencias masivas de jóvenes y adultos) nos habla de una sociedad en donde circulan-en simultáneo- deseos perversos y lógicas infantilizadoras de la sociedad adulta. Como dice el detective Kuroda apuntando al espejo con una pistola., refiriéndose a los jóvenes, Ellos no son los responsables, somos nosotros.