Notas sobre una escena del film Bastardos sin Gloria (Tarantino, 2009) y una publicidad de Coca Cola Light Necesitamos menos críticos (Young and Rubicam, 2009)
Es una de
las escenas finales del film Bastardos sin gloria (Inglourious basterds, 2009. Quentin Tarantino), el francotirador
héroe del nazismo en las luchas en tierras de la URSS asiste a una avant-premiere
de un film sobre su hazaña el orgullo de
la nación (Nation´s Pride). Es
una función de gala, todos los dioses
del nazismo se encuentran allí. El contexto histórico es Francia durante la
ocupación. Frederick, el soldado en cuestión es glorificado en la pantalla por
su sacrificio en pos del Reich. (Joseph Goebbels maneja el aparato cultural nazi…el film
servirá para glorificar al régimen y para impartir mística y adhesión). El
joven héroe (encantador y bello como una star
del cine de los años dorados de
Hollywood) muestra su lado humano en su intento de conquistar a una joven
francesa, Emmanuelle. Una joven judía que de pequeña logro sobrevivir a la
matanza de toda su familia en un pueblo campesino. De grande logró inventarse
un pasado y administra un cine “heredado” de sus tíos. Piensa que el contexto
de la proyección del orgullo de la nación,
es ideal para un atentado. Una vez que los nazis estén dentro de la sala de
proyección trabará las puertas y prenderá fuego el cine –todo con la
colaboración de su amigo negro, el proyeccionista- …lo hará usando a las cintas
fílmicas, el material es muy inflamable. Está en la cabina controlando el
proyector, se ven los festejos de los nazis ante las imágenes de la victoria…el
héroe dispara a los rusos desde su refugio. Frederick va a buscar a su amada,
golpea la puerta, intenta pasar amablemente. Emmanuelle lo rechaza con excusas,
él se violenta…sale a la luz su rostro violento por primera vez ante su amada…A mi nadie me ignora…puedes pregúntaselo a
los mas de 300 rusos que asesine. Ella lo invita a pasar, pero le pide que
cierre la puerta. Cuando se da vuelta
saca de su cartera un revolver y le dispara varias veces por la espalda.
Frederick vestido con su impecable uniforme blanco de gala repleto de medallas
de honor cae al piso temblando. En la cabina hay miles de cintas, el proyector
continúa emanando una tenue luz azul hacia la pantalla.Emmanuelle ve a Frederick
en el piso, lo cree muerto se acerca a controlar la función, mira las escenas
de la batalla. Una imagen muestra a Frederick sentado, afectado por la guerra…la
imagen en blanco y negro que devuelve la pantalla es bella, Emmanuelle se
conmueve (lo vemos en sus ojos, lo anuncia la dulce melodía que musicaliza esta
escena y que crea la atmósfera romántica). Movilizada por esta imagen viva y
emotiva se acerca a Frederick - el
Frederick real- que tose y se mueve despacio, ella le pasa la mano suavemente por el brazo…está
vivo. Se arrodilla ante él y tomándolo del brazo intenta darlo vuelta. En ese
instante Frederick agonizando muestra su pistola y le dispara. Es una escena
propia de una tragedia sofocliana…Emmanuelle empujada por la fuerza de los
disparos da contra una pared y luego se derrumba, cae de costado…Ambos están
muertos en el piso, en posiciones opuestas…ella muere con los ojos abiertos y
con un gesto de asombro que se manifiesta en su rictus. De fondo se ve al
protector que emana su tenue tubo de luz…
Esta escena es fantástica desde lo estético (los colores son
magníficos), pero también por hacer ingresar una estructura narrativa dentro de
otra. Una escena propia de un film de amantes del cine de Hollywood dentro de
otro film, o mejor dicho dentro de un cuarto de proyección de un film. Así nos
muestra Tarantino su visión del cine y del arte, en la escena en cuestión, las
cintas fílmicas servirán para incendiar el cine. Una metáfora de lo que
significa el séptimo arte para el director. Una materia maleable, un juego de
imágenes, de sobreimpresiones, de cuadros dentro de cuadros y una concepción del
arte muy posmoderna que parece deglutirlo
todo; la vida, pero también las representaciones cinematográficas de la vida.
El pastiche en el que ingresa todo
–fragmentado- (el cine, los cómics, las novelas, la historia…todo recortado y
pegado allí….perdiendo sus jerarquías, en fin, la cultura pop. El arte después
de la pérdida del áurea.). Pero aquí
nos interesa otra cuestión, la escena que describimos habla de la experiencia
de ver cine. Da cuenta de la verdad
del cine, de su sentido que no es otro que conmover y emocionar. Emmanuelle
mira la pantalla y se conmueve con la imagen espectral de Frederick, una imagen
bella, que la afecta y la moviliza. Esa imagen descarnada que sobrevive al
cuerpo real –que yace “muerto” en el cuarto de proyección- es una imagen
resplandeciente que tiene efectos emocionales en el espectador. A Emmanuelle no
la conmueve el Frederick real, sino su imagen cinematográfica, fantasmal. Hay
un magnetismo en la pantalla…hay un halo mágico…hilos invisibles que nos
envuelven y nos afectan…-enredándonos- ¿ondas sensibles sobre ondas eléctricas?
Conectándose a nuestras fibras sensibles, a nuestros nervios. Parece que el
arte posmoderno, de repetición, serialización, superficialidad y vacío- no
perdió el áurea, sino que gano un alma. No solo las empresas parecen tener un
alma (Como nos diría aterrándonos el viejo Gilles Deleuze, en su descripción de
las sociedades de control), sino que también las imágenes. Lo ingrávido gana
peso (parece un oximoron), y lo corporal se invisibiliza. El cine funda una
realidad. Esta escena nos muestra la verdad, lo real de esta técnica moderna. Pero
no estamos en lo cierto si decimos que esto es particular de la experiencia del
espectador de cine, vayamos más allá. Hablemos de la experiencia del espectador
de imágenes. Sigamos pensando el estatus de la imagen. El año pasado circulo
una publicidad de Coca cola (versión Light) Necesitamos
menos críticos (Cielo, Young and Rubicam, 2009). Una joven esta en el cine
viendo una película romántica (a pop corn
movie). La escena muestra en un film blanco y negro a una pareja que se
besa bajo un aguacero. Ella sostiene en sus manos el objeto erótico; la botella
de coca cola Light (el elixir de la
Coca Cola company para adaptarse a los
indoloros tiempos posmodernos). Un primer plano muestra a la chica llorando y
sonriendo, realmente conmovida por lo que muestra la pantalla. (Sueña con que su rollo sea…películas de
amores suaves). En su rostro se reflejan las luces del film. De fondo una
voz en off de un crítico de cine comenta que el film es un bodrio “la típica película
sobre una muchacha enamorada”. El spot finaliza con el slogan Necesitamos menos críticos. Se pierden
en el vacío las palabras del critico, todo ese discurso esta de más; solo
tenemos que Vivir mas liviano,
abandonarnos a las potencia de las imágenes, dejarnos llevar por las emociones.
Se ve el desfasaje entre la emotividad de las imágenes y el gesto culto del crítico.
De nuevo; la pantalla nos sensibiliza, la imagen es el objeto erótico. Estamos
en el imperio de las emociones. Aquí vemos como la sociedad
erótico-publicitaria hereda esa “verdad” que evidenció el cine. La maquina
publicitaria heredera en el arte de la imagen del cine y vanguardia estética
contemporánea –off course, vanguardia institucionalizada-.
Se trata de conmover, emocionar y movilizar los cuerpos. Erogenizarlos y
convulsionarlos (con violencia o con clichés
románticos). Nos sentimos desnudados en la pantalla, vemos nuestros estados de ánimo
reflejados allí, capturados. La publicidad codifica las emociones y las
cristaliza en la pantalla. Eso explica ese magnetismo
de la pantalla del que hablaba Andy Warhol.
Pero ¿Cuál es la materialidad de la imagen
publicitaria-mediática? La imagen se mezcla con la materialidad de los afectos,
los flujos deseantes y las memorias corporales-esos malditos espasmos…- La
imagen publicitaria codifica intensidades, hereda los registros y las formas
del arte; los bloques de sensaciones. Esto
es central; las imágenes no son representaciones exteriores, ajenas a nuestra
vida. (Son más bien nuestro espejo siniestro, deformado o exacerbado por los
agentes del neuromarketing…) Si lo serían no tendrían ningún efecto sobre
nuestros cuerpos. De nuevo; la imagen cinematográfica -como la publicitaria-
cristaliza y sedimenta sensaciones, las deja atrapas en la pantalla, en el
estereotipo. Allí hay vida cautiva. Por lo tanto la materia de estas imágenes
son las sensaciones, las afecciones. Esas imágenes –del cine o de la TV- nos enseñan a amar, a
relacionarnos con los otros, a adquirir estilos de vida aceptados socialmente,
a utilizar los signos imprescindibles que serán como credenciales para ingresar
al mundo social legítimo. Toda una ortopedia
social mediática. Así como Warhol hablaba de cómo el cine nos había
enseñado a amar, a besar, a imaginar, hoy en día esa posición de privilegio
parecen tenerla los brain builders
publicitarios. En la década del 50 y el 60
James Dean, Marlon Brando o Dustin Hoffman fumando un cigarrillo,
vestidos con ropa de cuero creaban tendencias, modos de vida; conductas (o para
no ser tan pesimistas, expandían las ya-existentes). En la actualidad las
publicidades muestran al joven con el cuerpo o la ropa adecuada, con el celular
adorado, con las zapatillas que otorgan el free
pass al mundo juvenil. También vemos como opera la razón cínica en las
publicidades, invisibilizado o negando que los estereotipos que maneja –y a los
cuales apela para sensibilizar- son con
anterioridad creados por ellos mismos (o por la cultura
mediática-espectacular) una especie de autopoiesis del sistema publicitario. La
pareja de amantes, la lluvia, la chica abandonada, todo lo obvio que da
resultado -todos los elementos del montaje- hablan de un mundo real
extra-publicitario creado por sus efectos de sentido. Esa chica del spot llora
en el cine conmovida por lo que los films de Hollywood le dijeron (mejor dicho,
nos dijeron) que debe ser una historia de amor. En el film de Tarantino o en la
publicidad de Coca Cola las imágenes operan de la misma forma; con-moviendo.
Apelando a la proximidad afectiva
espontánea de la que hablan los publicistas. Pero como decíamos, las
imágenes moldean frustraciones, deseos, angustias…anhelos. Quizás de los que se
trata es de hacer que nuestros sueños y nuestros anhelos no puedan ser
fácilmente rastreados y congelados en una pantalla. O de volver a unir el
cuerpo son su fantasma, en pocas palabras; que nos sensibilice y nos afecte el
cuerpo real agonizando en el piso y no únicamente su espectro mediático.
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